The fluttering of a butterfly can create a storm... [Priv. Gabriel]

Has estado malhumorado desde hacía días, aunque se podría decir que incluso tú tenías un límite de paciencia para esperar a las personas. Ni siquiera sabes a estas alturas qué es lo que te molesta realmente, si el hecho de que por primera vez en tu vida no pudiste lograr que alguien te aceptara como a un amigo o que no podías simplemente romper el cascarón de esa persona. Muchas veces te habías puesto a debatir sobre eso, en algunas ocasiones había sido fácil simplemente encajar con otro y trabajar en equipo, lo había podido hacer con Sky cuando solo eran estudiantes y ahora tenían una relación bastante buena.

Suspiraste, sin querer levantarte del sillón, quizá lo mejor era solo dejar en paz al brujo, ya había dejado más que clara su posición y no valía la pena pasar todo el tiempo detrás de alguien, por mucho que te pareciera un mago con habilidades increíbles y del cual te hubiese gustado conocer más y aprender de alguien a quien considerabas bastante bueno.

Giraste el cuerpo y cerraste los ojos, tampoco querías seguir molestando a tu pelirroja, esa chiquilla se veía al borde del colapso cada vez que te quejabas. “Bueno, tendré que buscar otro compañero de aventuras” te dices a tí mismo, dispuesto dejar de molestar la mayor, la próxima vez simplemente lo ignorarías y buscarías un compañero nuevo.

“Ojalá Sky pudiera unirse a los Aurores conmigo, podríamos tener grandes aventuras” pensaste, quizá era momento de insistir ahora a tu amiga para que trabajara a tu lado, hombro con hombro, como en los viejos tiempos. Poco a poco aquel pensamiento te fue recuperando el ánimo, no ibas a estar molesto toda tu vida, eso sería estúpido.

Inesperadamente escuchaste la puerta del departamento, no estabas esperando visitas ni nada, tampoco le habías dicho a muchas personas sobre dónde te habías mudado. Quizá se trataba de algún vecino o el casero. Perezosamente te levantaste, acomodando un poco tu cabello y tus pantalones del pijama. — ¿Quién? — preguntaste a medida que te acercabas a la puerta, rascando tu abdomen. Cuál fue tu sorpresa al escuchar la voz al otro lado de la puerta.

— Oh mierda… — habías esperado cualquier cosa, a quien fuera, incluso un motífago, pero jamás a Gabriel.

Abrió la puerta con bastante sorpresa — Wow, esto sí es surrealista. — mencionaste, en qué momento habían cambiado las cosas así. Te cruzaste de brazos en el marco de la puerta, con una sonrisa bastante burlona escuchando cómo es que Sky se había puesto brava “Y por eso no debes molestarla…” te recordaste mentalmente. Repentinamente el otro le entregó algo, tú lo tomaste con bastante sorpresa, ok… eso era todavía más raro. — ¿Gracias? — sí, aquel día estaba siendo demasiado, pero demasiado extraño

— Oye, espera… si te vas no lo contaré como una disculpa de verdad —le dijiste rápidamente, aprovechando la nueva debilidad que habías encontrado en su amigo lo tomaste del brazo. — Ni se te ocurra huir o le diré a Sky — ahora sí lo tenías, no podía huir de tí. Sería tu amigo, así quisiera o no (?). Eso de la terquedad era uno de tus mayores problemas, pero sino no habría podido llegar hasta donde estaba.

— Vamos, aún es muy temprano, pero podemos tomar algo ligero — eran cerca de las 10:00 a.m — ¿Quieres desayunar? Yo no he comido nada. — comentó, cerrando la puerta detrás de sí.

Gabriel habrá preferido mil veces apuñalar a esa fastidiosa mujer y sufrir cadena perpetua en azkaban por terminar con la vida de una de las brujas más importantes en el Mundo Mágico Británico que estar en ese maldito sitio. La señorita Ligtwood le había interceptado en el Ministerio, pidiendo de manera bastante insistente e infantil que se disculpara con su amigo, algo que simplemente había visto como una reverenda estupidez, él no había tenido culpa de nada y ya estaba cansado de todo aquel asunto con Darius.

“Por favor, si no le pides una disculpa me volverá loca con todos sus lloriqueos” había comentando la Viceministra, suplicando y poniendo cara de ‘estoy harta’. “ Si lo haces no le diré a nadie sobre tu trabajo en Irak” Gabriel se había sentido tenso en ese momento, listo incluso para lanzarse contra la bruja para silenciarla, se suponía que esa información había sido destruída y el gobierno mismo lo había enterrado en lo más profundo de su historia; La mujer le miró con bastante seriedad y no solo con una expresión molesta en el rostro, sino también una gigantesca espada prendida en llamas contra su cuerpo “Soy la viceministra y sé cosas… me puse a investigar sobre tí cuando Darius mencionó la gran experiencia que tenías en el campo, algo curioso tratándose de un simple pintor.” la situación había sido tensa, sin embargo, no le había quedado de otra más que aceptar de mala gana presentarse en el lugar.

La bruja le había dado una pequeña bolsa, según ella contenía algunas cosas que de seguro le fascinarían a su amigo y le permitiría recuperar la bonita amistad (forzada) que tenían esos dos. Bastante malhumorado se presentó en la puerta del departamento, tocando sin muchos ánimos. Esperó un par de segundos cuando escuchó la voz de su compañero al otro lado preguntando quién era.


— Soy Gabriel — mencionó entre dientes, casi como un gruñido. Se sentía como un maldito niño regañado. Observó la puerta abrirse y al moreno asomar la cabeza, bastante extrañado, pasando a tomar una actitud burlona.— No estoy aquí por voluntad propia, tu amiga vino a verme y me amenazó con una espada — prefería omitir el tema de las amenazas sobre su pasado. — Ten, me disculpo… — le tendió la bolsa que Sky le había dado y se giró, dispuesto a irse rápido de ese lugar.

De repente escuchó su amenaza, sintiendo cómo el moreno le tomaba el brazo para detener su huída. Gabriel se sentía atrapado entre la espada y la pared, pudiendo ser tan sencillo matarlo y terminar con sus problemas, pero no podía, no buscaba levantar sospechas y tampoco necesitaba tener de enemigo a todo Inglaterra por asesinar al mejor amigo de la viceministra.

No quedándole otra opción, el brujo volvió a girar para mirar de frente al otro hombre. — ¿Qué quieres? — le preguntó. — Ya me disculpé — no sabía qué más quería ese niño.

Gabriel observó a Darius abrir la puerta, pidiéndole que pasara, algo que Gabriel hizo de mala gana. No deseaba estar ahí y no deseaba pasar tiempo con ese idiota, solo quería irse a casa y continuar con sus cosas, ya era de poner en práctica su nueva identidad, no quería estar entretenido en cosas de niños.